MEDITATURBIO EXÓVULO EN UNA LAVANDERÍA
(publicado en Manca, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2014)

Mientras México me espera paciente con sus catedrales rococó,
sus balcones bauhaus, sus melones decapitados y sus doctores
miro las amígdalas de ropa su mojada musculatura
luchando contra sí misma vuelta y vuelta.

Alguna vez me senté en los azulejos
entre el lint y las tinieblas del detergente sucio
para recargar mi cabeza contra tu estómago: oh, lavadora!
consuelo de las mujeres sin pecado concebidas, torre de acabado enamel
inmaculado vaso de aguas circulares
eras tan tibia, y los líquidos y burbujas peristálticas
me daban maternal consuelo.

Un hombre gengibre que era pura carcajada desde la papada cervecera
hasta la pelusa del protuberante ombligo
me hacía recuento mostrándome las encías
de un episodio de Doctor Who
el piso y las paredes y nosotros temblábamos acelerando
las revoluciones aqua magic.

Hoy entre sus números
sólo me pasa una moneda heptagonal que reverbera
como una gota de agua en la palma de mi mano.

Con más de un muerto nadando en el cráneo
paso la mano por la convexa colandera, inserto la moneda
y el calor de las máquinas sus tubos ocultos
el insoportable plástico que resbala
los ejércitos de dobleces precisos
y las canastas sonrientes como muñecas rusas
me dicen: abandona la tanda, déjalo todo.

Salgo al frío y las hilazas se enredan en mis tónsilas
tontas hinchadas de mocos y lágrimas mal sublimadas
es el fin, y siento una aborazada gana
de haber vivido, de no volver
al principio, diciendo:
I, frantically

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